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¿Qué pasa si suelto el miedo y viajo en familia? (Spoiler: Todo cambia)

Te entiendo.

Esa duda te está comiendo la cabeza y el miedo se siente como una piedra en el zapato: ¿Qué tal que salga mal? ¿Y si nos quedamos sin plata? ¿Los niños qué? ¿La escuela? ¿El trabajo?

Respira.

Te lo digo porque yo también estuve ahí. Soy Camilo Alsate, y junto a mi esposa y nuestros tres hijos, un día cualquiera decidimos apagar el piloto automático y lanzarnos a volar. ¿Fácil? No. ¿Valió la pena? ¡Sin duda! Pero para llegar ahí, tuvimos que aprender a caminar con el miedo al lado.

El miedo nunca va a desaparecer (pero sí se puede domar)

El miedo no es el problema. El problema es dejar que te gobierne. Esa vocecita que te dice que no es prudente, que los niños necesitan estabilidad y que renunciar al trabajo es una locura, se disfraza de lógica. Y lo peor es que te habla como si estuviera cuidándote.

Nosotros también escuchamos esa voz. Antes de lanzarnos a esta vida nómada, vivíamos atrapados en la rutina, trabajando de lunes a viernes mientras los niños iban al colegio y los sueños quedaban para después. Pero un día nos preguntamos: ¿Después de qué?

Ahí entendimos que lo que realmente nos aterraba no era el viaje en sí, sino dejar atrás la seguridad de lo conocido. Nos daba pánico romper con lo que “se supone” que debíamos hacer: trabajo estable, casa fija, colegio tradicional. Pero ¿quién dijo que esa es la única forma de vivir?

¿Qué cambió cuando soltamos el miedo?

Cuando nos atrevimos a apagar el piloto automático y salir a viajar como familia, todo cambió. Y no estoy hablando solo de paisajes o comidas raras (aunque en India casi morimos con un curry que parecía fuego líquido). Hablo de transformaciones profundas:

1. Nos volvimos más fuertes como familia.

La rutina de siempre ya no estaba ahí para sostenernos. Tuvimos que aprender a convivir en espacios pequeños, resolver problemas juntos y escuchar más. El viaje nos hizo compañeros de aventura, y los niños dejaron de ser solo nuestros hijos: se convirtieron en nuestros cómplices.

2. Aprendimos a educar desde la experiencia.

Guadalupe, nuestra hija con síndrome de Down, fue la primera en enseñarnos que el aprendizaje no tiene que ver con libros de texto ni con horarios rígidos. Ella absorbía el mundo con una curiosidad que nos dejaba boquiabiertos. Nos dimos cuenta de que la verdadera educación está en experimentar, en tocar, en oler, en vivir.

3. El dinero dejó de ser un monstruo.

¡Ah, el miedo financiero! Ese sí que da duro. Pero aprendimos a cambiar el chip de “gastar” a “invertir en experiencias”. Trabajamos de manera remota y adoptamos el minimalismo como estilo de vida. Hoy en día, no acumulamos cosas, sino recuerdos, y eso nos mantiene livianos para seguir volando.

¿Y si sale mal?

Te soy sincero: nada garantiza que no habrá momentos duros. A veces toca improvisar, adaptarse, y hasta perderse un poco para encontrarse de nuevo. Pero eso es justamente lo que hace que todo valga la pena: aprender a vivir en lugar de solo sobrevivir.

En Familias que Vuelan, hemos convertido estos aprendizajes en experiencias que compartimos a través de conferencias, asesorías virtuales y nuestro libro “Familias que Vuelan: Sin piloto, sin miedo, sin fronteras”. Si estás buscando inspiración real para romper con la rutina, te invito a seguirnos y ser parte de esta comunidad que decidió vivir con el corazón abierto y la mente libre.

La libertad está del otro lado del miedo

No se trata de dejar de sentir miedo, sino de aprender a caminar con él al lado. El día que nos subimos al avión con nuestras mochilas y todos nuestros sueños comprimidos ahí dentro, el miedo iba con nosotros. Pero también iba la emoción, la esperanza y la certeza de que estábamos apostando por una vida auténtica.

¿Quieres saber cómo lo logramos? ¿Cómo organizamos el trabajo remoto o cómo educamos en el camino? ¡Podemos hablarlo! En nuestras asesorías virtuales, te ayudamos a aterrizar tus ideas y encontrar una ruta propia hacia esa libertad que tanto anhelas.

Si me preguntas si vale la pena, la respuesta es clara: ¡Claro que sí! Porque vivir con el corazón a medio gas no es vivir. Si tu instinto te dice que hay algo más allá de esa rutina, escúchalo. El miedo solo sabe repetir lo que conoce, pero tú estás hecho para descubrir lo desconocido.

¿Te atreves a romper el piloto automático?

Cuéntame en los comentarios qué te frena. Si estás listo para dar el primer paso o si solo necesitas un empujón, ¡hablemos! Y si buscas más inspiración, nuestro libro está lleno de historias que muestran cómo logramos vencer el miedo y volar en familia.

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